Capítulo Dos : Desequilibrios (mentales)

lunes, 28 de septiembre de 2009

"Los locos son aquellos que abrazan la otra realidad, aquella que ustedes no se animan a tocar."

Franco Vega

-¿Muertos?

-Así es.


Ahora no tenía idea qué hacer. El pobre Aidan (si ese era su nombre) aparte de secuestrador estaba loco, y evidentemente, si yo salía corriendo, no podría llegar muy lejos hasta toparme con el mar.

-¿No me crees?-preguntó esbozando una semi-sonrisa y alzando una ceja.

Por supuesto que no! ¿ me creerías si te digo que tengo ochenta años?- solté con un intento de tono amenazador -¿No, verdad?

-Por supuesto que no, April. Por que cumpliste 17 hoy.

-Entonces además, eres un psicópata. ¡Cuando mis padres se enteren van a…mi padre es un alto ejecutivo de esta zona y si algo llegara a sucederme, toda la policía del estado te buscaría!

-Eso no es verdad-dijo riendo y provocando de súbito, la sensación de que él mismo me conocía mejor que nadie- Tu padre es chef del Holiday Inn Hotel. Mira, si me esperas aquí

-¡NO!-grité ya algo sobrepasada de que me tratara tan cordialmente, siendo que de un minuto a otro me encerraría en el faro que teníamos al lado como único testigo de mi triste y trágico destino. Salí corriendo sin pensarlo, y sin darle tiempo para nada más que un torpe intento por tomarme el brazo.

Aidan fue incapaz de atraparme, pero no pude evitar detenerme en seco cuando la enorme puerta de madera del faro se abrió de golpe, y a través de ella salió una mujer de piel oscura como la noche y de impactante hermosura.

-¿Por qué tanto alboroto, eh?-Peguntó al aire, y con evidente molestia- ¿Y ?

A pesar de la desazón de sus palabras, no pude evitar imaginarla como mi salvadora. Era altísima, con voz pastosa y la elegancia le brotaba por los poros. Posó su mirada sobre Aidan, quien evidentemente se asustó con su sola presencia.

-Es mi Viajera. Y además, es como yo- comentó Aidan, y le cerró un ojo, derribando la pequeña muralla de confianza en aquella mujer que había naciendo en mi interior

- ¿Estás seguro? Alonso, una cosa es que haya llegado hasta aquí, y otra muy distinta es que sea Mentalista como

Aidan se molestó, obviamente. Se tomó la cabeza con ambas manos, y miró al cielo.

-¿Es tanto lo que desconfías de que ni siquiera crees en lo que misma me enseñaste?-preguntó caminando hacia la mujer. Quedaron frente a frente, y parecía que ninguno de los dos estaba dispuesto a pestañar antes que su adversario.-Keyshaella recuerda su nombre, y algunas otras cosas

Por supuesto que recuerdo mi nombre, idiota!-grité sin poder contenerme más. Me molestaba de sobremanera que la gente me ignorase siendo que estaba a menos de veinte pasos de distancia-¿O es que me diste alguna droga…?

La mujer sonrió y desvió los ojos de Aidan o Alonso, como ella le había llamado.

-Dices más estupideces que él cuando llegó-me dijo intentando sonreír cortésmente mientras caminaba distinguidamente hacia mi. Asintió con la cabeza por todo saludo- Keysha Burke. Y mi nombre de aquí, también es Keysha…me parece que es bastante original para cambiarlo.

-Abigail Crowley. Y mi nombre en todas partes es ese

-No, aquí serás April…-intervino Aidan, quien se había cruzado de brazos y apoyado en el marco de la puerta.

Keysha le miró sin preocuparse por disimular su disgusto, luego volvió a mirarme y sonreír, con la misma sonrisa enigmática que Aidan emitía con frecuencia.

-¿Qué más recuerdas, Abigail?-preguntó con tono maternal. Me había llamado por mi nombre, eso ya era indicio de algo, quizás, esta mujer si me ayudaría después de todo.

-Recuerdo que mi nombre es Abigail y jamás en la vida alguien me ha llamado April. Mi madre me puso así porque su mejor amiga tenía ese nombre. Vivo en Coast Gardens, a cinco minutos del centro de Daytona Beach, Florida. Mi dirección es Templeton Road, casa 259…

-¿Cuántos años tienes?-interrumpió sin antes dar un chasquido con la lengua.

-17…los cumplí hoy, y…

-Con razón estas tan confundida y haces suposiciones tan tontas- dijo Keysha otra vez sin molestarse en parecer agradable. Se giró con los brazos en jarra y miró a Aidan- ¿Qué apuro había en traerla aquí tan joven? ¿Ya te aburriste de ?

Aidan sonrió.

-En absoluto. Es sólo que sentí que era oportuna hacerlo…y ya.

- y tus suposiciones, Gabarri-reprobó Keysha- Mira niña. Alonso no te ha mentido, ni está loco o drogado. Tampoco es un secuestrador ni nada parecidobueno, no en teoría.

-¿Puedes dejarme a hacer todo esto? Estuviste enseñándome todo esto durante meses y ahora te me adelantas y haces todo el trabajo

Por alguna razón, Aidan-Alonso pareció suplicar a Keysha, y ésta me miró comprensivamente. ¿Era así como se comportaban los secuestradores? ¿En qué minuto comenzarían a gritarme y hacer una llamada a mis padres por una suculenta suma de dinero a cambio de mi vida?

- ya tuviste tu oportunidad…Mira niña, la verdad es lo que te dijo él. Estás muerta, al igual que todos nosotros-sentenció la mujer que por un minuto me había parecido cuerda y que ahora, definitivamente, podía meter en el mismo saco que al desequilibrado de Aidan.

¿Qué es lo más lógico en una situación así? Mi madre siempre me había dicho lo típico: cruza la calle con luz verde, no hables con extraños y en las fiestas no aceptes ninguna bebida que esté abierta. Pero,¿Qué se supone que haces cuando un par de chiflados te secuestra? No parecían tener males intenciones, sin embrago, estaba segura de que era cosa de segundos para que comenzaran a actuar de manera extraña. Lo único que tenía totalmente claro, era que mis padres podrían estar en este preciso instante hablando con algún oficial de policía o buscándome por toda la playa…La playa, ¡Travis! Él tuvo que haber visto todo y…no hizo nada. O quizás también le habían hecho algo. En una de esas, el rescate se lo pedía a él y no a mis padres, pero ¿Cómo harían para encontrarlo? ¡Diablos! Hace menos de un minuto que acababa de darle mi dirección completa a Keysha… ¿Y si habían más locos escondidos en el faro? Definitivamente, era pésima reaccionando en situaciones así, y mis nervios tampoco ayudaban muchos. ¿Qué habría hecho Hailey en mi lugar? Cada vez que la Señora Jenkins quiere llevarme ala oficina del director por algún motivo, sólo le sigo el juego admitiendo la pésima alumna que soy. Así, me evito muchas sanciones

Eso era, había que seguir el juego, y después, con más calma y en conocimiento de mi situación, ver cómo salvar mi vida.

-¿Estás bien?-preguntó Aidan sacándome del ensimismamiento.

-, pero hay algo que no entiendo. Si estamos muertos… ¿Por qué parecemos tan vivos?-pregunté torpemente.

- ¿Qué esperabas? ¿Que camináramos sobre las nubes, con un par de alitas cada uno y que Alonso tocara el arpa mientras San Pedro te busca en su lista?-ironizó Keysha. Para estar así de loca, parecía en óptimas condiciones cada vez que hablaba y con ello, soltaba alguna pesadez.

-No, pero… ¿Por qué le llamas Alonso si él dice que su nombre es Aidan?

-Porque ese es mi nombre de vivo, por así decirlo. Alonso Gabarri.-contestó mecánicamente Aidan.- Y Keysha, quien fue la encargada de trasladarme del otro mundo a éste, me bautizó como Aidan.

-Ahhh, ya veo. Y por eso me cambiaste el nombre de Abigail a April. Hummbueno, supongo que es lindo ¿no? – dije a Aidan con fingido y repentino entendimiento, que el por supuesto, no detectó.

-Que bueno que ya estés integrándote, niña. Pensé que te llevaría un poco más. Alonso, explícale todo antes del almuerzo, ¿bueno?-sugirió o más bien, ordenó Keysha caminando hacia la puerta y sin voltear-Luego te presento al resto del grupo. Suerte.

Y dicho esto, cerró de golpe la enorme puerta, provocando que una que otra flor de la enredadera terminara en el suelo.

-Te acostumbrarás. Tiene su genio, pero en el fondo es un verdadero ángel-soltó al aire Aidan mirando aún la puerta cerrada-Buenomejor comienzo a explicarte todo.

-, pero antes ¿Responderías una pregunta?

-La que quieras- respondió al tiempo quien señalaba con la mano una banca de madera muy gastada para que ambos nos sentáramos. Supuse que no había nada extraño en eso, por lo que decidí continuar con el jueguito de los muertos sentada cómodamente…o al menos sentada, para aliviar un poco el dolor de mi cadera.

-Si estamos muertos… ¿Para qué almorzamos?

Aidan sonrió forzadamente.

-Pensé que preguntarías algo más sustancial. Te imaginaba más…despierta. Como eras con tus amigos o en la misma escuela-confesó mirándome algo desilusionado, cosa que no logró evitar que por mi cabeza pasaran ciertas situaciones en el que él me vigilaba detrás de un árbol camino a casa, o en los pasillos de la escuela.

- ¿Es que ya me habías visto antes?-pregunté como quien no quiere la cosa, pues tampoco era la idea de que el pobre se desequilibrara y comenzara a gritar, estropeando mi plan por completo.

-Pos supuesto. Te sorprenderías el tiempo que llevo cerca de ti.-dijo sonriendo una vez más, pero esta vez, mirándome y con una sonrisa algo maléfica, que me hizo posar la vista en las piedrecillas del suelo.-Lo que nunca pensé, fue que ibas a ser Mentalista, como yo…

-¿Qué es eso de Mentalista?-pregunté una vez más

-Los muertos que son capaces de tener lazos mentales, ya sea recuerdos nítidos o leves, con nuestra vida terrenal. Por ejemplo aquí, soy como el “álbum de vida” de Keysha y los demás.

Me sorprendía por completo con la tranquilidad que Aidan hablaba, cada palabra y cada pausa que emitía, le daban más y más credibilidad a su relato. De no haber sido un desquiciado mental, habría sido una excelente compañía para dar un paseo por la playa o algo parecido.

Estaba decidida a comenzar a desviar la conversación hacia un punto que me favoreciera, cuando la enorme puerta de madera volvió a abrirse. Esta vez, no salió Keysha, sino que un hombre de figura espigada, ojos pequeños y marrones, al igual que el divertido bigote que llevaba. Había algo en él…lo había visto en otra parte.

-Aidan, Keysha pregunta si es que están listos para entrar ya- consultó el alegre hombrecillo- Hola, linda. Es un agrado tenerte por fin con nosotros, Aidan te esperaba con ansias…

-Hola…-me limité a decir, ya que no se me ocurrió nada más coherente que inventar. Ya era mucho tratar de comportarme como si nada pasara con Aidan, y si se les ocurría hacerme entrar a ese faro con más gente mentalmente inestable, no sabía cuánto podría aguantar. Este hombre…yo lo he visto en alguna parte, su cara…

-¡Usted! ¡Usted es Grigori…no recuerdo su apellido! Usted y su esposa desaparecieron en Nueva York hace años, pero sólo hace un par de días sus cuerpos fueron encontrados en… Sus cuerpos fueron encontrados en la autopista, ambos sin vida…

No podía estar pasando. Recordaba perfectamente su cara, la de él y su esposa, en el noticiario de las once. Mi madre estaba viéndolo mientras Peter y yo terminábamos un ensayo para el día siguiente. Mi madre había hecho un comentario sobre lo mal que se trataba a los extranjeros en los Estados Unidos, y Peter se había limitado a hacer un comentario sobre la mujer de Grigori, quien le recordaba a su madre. No había duda, era él, y sí…estaba muerto.

-¿Grigori? Ah, sí! Mi nombre en vida, wow! Hace años que nadie me llamaba así-comentó entre risitas-Llámame Chad Kovzky ¿Entiendes? Como Tchaivovsky, pero más simplificado… ¿Qué pasa?

-April, ¿Qué haces? Estás… ¿Estás llorando?-preguntó Aidan, pero su voz parecía tan lejana, casi como un eco imaginario en mi cabeza. Yo no estaba loca, y la cara y rasgos de ese hombre eran inconfundibles, y no se habían borrado de mi mente. Era él.

No podía ser cierto…ninguna de las posibilidades sobre lo que estaba pasando era suficientemente buena, como para provocar en mi una reacción distinta a ponerme a llorar de confusión. Por supuesto que estaba llorando, que pregunta más idiota era la que hacía Aidan. ¿Qué era mejor? Alternativa A.: Aceptar que la locura sí se pegaba, y yo sin lugar a dudas, ya me había contagiado. Alternativa B: No estaba loca, pero sí tenía una especie de poder extraordinario que me permitía hablar con los muertos. O, alternativa C: Estaba tan muerta como ellos… ¿Por qué no existía la Alternativa D?

O quizás sí, y justo esa era la que estaba aconteciendo en ese instante. Aidan, sin consultarlo, sin previo aviso, me había tomado y abrazado con todas sus fuerzas. Era un abrazo inútil, carente de calor y a mi parecer, sin emoción alguna. Sólo se limitó a decir una frasea mi oído: Aún puedes llorar…aún tienes vida en ti.

Capítulo Uno: El Guardián del Faro.

miércoles, 22 de julio de 2009


“Aquel que quiere viajar feliz, debe viajar ligero”.

Antoine de Saint-Exupery





Estaba lloviendo y hacía frío.

Muchísimo frío, más del que había sentido en mi vida entera.

Me tiritaban las rodillas, no podía sentir la punta de mis pies y, a pesar de eso, no paraba de hacer trabajar mi cerebro.

¿Dónde estoy?

¿Qué es ese olor? ¿Por qué todo se siente tan…húmedo? ¿Me había quedado dormida en…? ¿En dónde estaba?

Traté de abrir los ojos, pero era como tratar de levantar dos enormes sacos llenos de arena.

Casi imposible.

A medias, logré darme cuenta que estaba en una cama, en una habitación completamente oscura, sin ventanas ni puertas. ¿Cómo llegué aquí? No tenía idea, pero por alguna razón-el frío, el cansancio- no me importó estar sumida en semejante oscuridad. Quise dormirme otra vez, pero el constante ruido de maderas crujiendo tétricamente me lo impedía.

Repentinamente, un pequeño haz de luz se coló por la pared, abriendo una puerta inexistente.

Cerré los ojos nuevamente, y lo último que pude percibir antes de caer en otro profundo sueño, fue una figura que caminó lenta y sigilosamente hacia mí, mas por el crujir de la madera del piso,el intento de ser silenciosa fue inútil, al igual que el hecho de taparme con otra frazada, pues las rodillas no paraban de tiritarme…

***

La luz volvió a despertarme, pero esta vez, noté que logré abrir los ojos con facilidad.

Hacía frió, pero ya sentía mis pies y podía disimular perfectamente el movimiento de mis rodillas.

La luz entraba por una ventana circular que se encontraba la izquierda de de una sencilla puerta de madera ovalada.

Estaba en un barco.

Eso explicaba el sonido de madera crujiendo baja mi cama.

Intenté levantarme, pero como pude notar inmediatamente, todavía no lograba reincorporarme del todo por lo que sólo conseguí darme vuelta sobre mi misma y quedar de frente a un joven que me miraba fijamente, con unos intensos ojos castaño claro, que lograron intimidarme de inmediato, y provocaron una tormentosa lluvia de preguntas en mi mente, la cual estaba como un vaso de leche segundos antes.

¿Qué hacía ahí?

Quise preguntarle qué diantres hacía mirándome de esa manera…quizás llevaba siglos así,y yo ni siquiera lo había notado.Pero se me adelantó.

-Hola-saludó con un extraño pero encantador acento y con una voz amable, pero un tanto áspera-Soy Aidan Leight.Y este es mi barco.

-Ho-Hola.Yo soy…

Me quedé pasmada y sin siquiera notarlo, me senté en la cama y miré la punta de mis pies descalzos, como si en ellos estuviera escrito mi nombre, el que por cierto, ahora inoportunamente había olvidado. No tenía idea de quien era. No sabía quién era él ni si el barco era realmente suyo o incluso, mío.

Acababa de percatarme que no tenía idea de absolutamente nada.

-Tú eres April Crowley-soltó de repente, tomando mi mentón con sus manos, y levantándolo para verme directamente a los ojos. Pero, como tantas otras cosas inexplicables, no podía sostener su mirada. No quería hacerlo, por lo que mecánicamente desvié la mirada para analizar microscópicamente el resto de su rostro.Tenía rasgos realmente únicos, y una piel que en algún momento de seguro había sido casi tan blanca como la leche, pero ahora se encontraba hermosamente tostada por los rayos del sol (debía de llevar años arriba de su barco) Era evidente, que no tenía más de 20 años.

Al ver mi cara de incomodidad, sonrió formando dos pequeños arcos delineados por una espesa capa de pestañas negras, donde antes habían estado sus abismantes ojos castaños.

Antes que se alejara-para dejarme retomar el aliento-noté una perfecta línea de dientes, blanquísimos y uno al lado del otro.

-…O al menos eso me dijiste cuando nos conocimos en la playa.

-¿La playa?-pregunté sin recordar absolutamente nada.

-Si.Soy guardián el faro correspondiente a esta zona y daba un paseo rutinario, cuando caíste de la nada en mi barco. Bueno, no de la “nada” exactamente-agregó al ver mi cara de confusión-Del roquerío de Garden Coast Woods ¿Vives cerca de ahí?

-No tengo ni la menor idea-le respondí encogiéndome de hombros, de hecho, no tenía idea qué era o adónde estaba ubicado Garden Coast Woods.-Espera un momento, ¿Dices que caí desde un roquerío?

El asintió con la cabeza, mientras yo le miraba asombrada haciendo con mis manos el dibujo en el aire de un ángulo recto, simulando dicho roquerío.

-Fueron como… ¿20 metros? La verdad, me sorprende en demasía que puedas estar así, sentada como si nada-¿Te duele algo?

Ahora que lo mencionaba, sentía un dolor punzante en mi cadera y hombro derecho.

Y ¡Dios! Tenía un chichón del porte de una pelota de pin-pon en la parte de atrás de la cabeza.

-Ha disminuido bastante su tamaño durante estos días –aclaró Aidan al notar mi cara de dolor mientras tocaba mi cabeza-Llevas inconsciente como…tres días.

-¿Tres? ¿Tres días? Pero… ¿Dónde estamos? ¿Alguien más vio lo que pasó? ¿Alguien me busca?

Sonrió al verme tan alterada.

-La verdad no lo sé…ahora estamos más cerca del faro, desde ahí podremos comunicarnos con la guardia costera o la policía para ver que haremos. Me asusté tanto, que no se me ocurrió buscar ayuda cerca de la playa, perdóname.

Se expresó con un tono de compasión que me sorprendió casi tanto, como el gusto que me daba oírlo hablar con ese acento extraño.

Pero tenía demasiadas preguntas sobre mi misma, como para comenzar a interrogarlo sobre su vida privada.

Asentí ante su propuesta, y con su ayuda me levanté de la cama y juntos, salimos hacia un pasillo que terminaba en la sala de conducción del barco.

Era una pequeña sala de madera-como todo el resto del barco-color caoba, con motivos marítimos en un par de cuadros que habían colgados.

En una de las paredes, había una pequeña bandera color celeste en la parte superior y verde en la inferior, con una rueda de madera-de una carreta o algo así- color rojo en el centro. También había esa misma rueda tallada en una de las esquinas del timón y de un hilito marrón que colgaba del cuello de Aidan.

-¿Ves?-me preguntó señalando con el dedo índice la amplia ventana frontal del barco-esa pequeña línea marrón oscuro, en unos 20 o 30 minutos será mi querido faro…

Durante esos minutos, Aidan fue a buscar una silla para que me pudiera sentar a su lado, mientras timoneaba el barco.

De ese modo, me contó el susto que había pasado al escuchar el golpe sordo que provocó mi caída en la cubierta del “Gabarri III”, su barco.

Al principio, creyó que estaba muerta, considerando la altura de semejante roquerío costero, pero cuando se acercó le proferí tal cantidad de insultos, que supo inmediatamente que seguía con vida. Después de eso, me había trasladado a la habitación en la que desperté, fue a buscar un paño húmedo, pero cuando volvió, yo ya estaba dormida…lo que le preocupó bastante, pero no encontró forma de despertarme.

Sólo lo consiguió un día después, que fue cuando me preguntó el nombre y algo sobre a quién llamar, pero dijo que apenas podía hablar del dolor por lo que prefirió dejarme tranquila.

Había una calma increíble en sus palabras, lo que me hacía confiar ciegamente en él, sobretodo, porque cuando no necesitaba estar mirando al frente, me mirabadirectamente a la cara dándole aún más credibilidad al relato.

Como si hubiesen pasado cinco minutos, llegamos finalmente a una fina extensión de tierra. Caía una ligera llovizna, que no alteraba la vista ni el oleaje del lugar. El faro de Aidan se encontraba en medio del brazo de tierra, extensión que pertenecía a la cosa de aquel lugar.

-Esta es “Tierras Blancas”-dijo una vez que nos habíamos bajado del barco, y lo ataba mediante una gruesa cuerda a un cartel que parecía llevar siglos ahí. Era un tronco muy grueso, con abundante musgo,moho y otra tabla pegada encima artesanalmente que rezaba “Hacienda Tierras Blancas”-No tengo idea a que se debe lo de “hacienda”, pero bienvenida de todas maneras.

-Gracias-le respondí con una sonrisa algo forzada. A pesar de estar a gusto con él, me seguía doliendo un montón la cadera y lo único que quería era sentarme de una vez por todas.

El enorme faro estaba tan solo unos metros del lugar en donde habíamos bajado del barco.

Debe verse realmente hermoso de noche, pensé mientras caminaba hacia él,haciendo que la arena y piedrecillas del lugar sonaran con cada una de mis pisadas.

Era altísimo, y con un extraño aspecto medieval que le daban las enormes piedras con que estaba construido. La puerta de entrada era ovalada y de madera, al igual que las ventanas que tenía al lado y más arriba.

-Se me olvidó tu bolso en el barco-dijo Aidan de pronto, interrumpiendo mi fascinación por el faro-Si, April, tenías un bolso-añadió al darse cuenta de que ni eso era capaz de recordar.

Aidan volteó y corrió hacia el barco. Yo me acerqué un poco más a la puerta-que estaba abierta-pero no me pareció correcto entrar, por lo que caminé alrededor de la inmensa mole de piedra, hasta llegar a su parte trasera, la cual estaba cubierta por una tupida y frondosa enredadera.

Sin saber el motivo, tal vez sólo curiosidad, corrí un poco la enredadera. Sólo estaban las heladas y frías piedras que se mezclaban con cemento, musgo...y ¿Una letra “E”? No,no era sólo una “E”. Era una “E”,con una “M”,seguida por otra “M” y una “A”.

Emma, grabado en la pared.

Luego, me inundó la curiosidad y comencé a hurgar infantilmente entre las hojas de la enredadera.

Descubrí así a Marie Alice, Russell y Vincent. Pero no todos los nombres estaban grabados, sólo el de Emma y Vincent. Marie Alice y Russell estaban sólo escritos, aunque todos con la misma letra estilizada y cursiva.

Me moría de ganas de preguntarle a Aidan qué significaban dichos nombres, cuando vi algo que secó hasta la última gota de curiosidad que llegué a sentir tan fugazmente.

Arriba de todos esos nombres,crecían flores fucsias de tres finos y delicados pétalos.

Amontonadas y sólo sobre un sector de la enredadera.

Instintivamente, las quité con mis manos, para dejar al descubierto otro nombre escrito: Abigail.

Me vino una extraña ola de calor en la cabeza, seguida de una especie de lluvia de agujas-muy filosas- que se me clavaron una por una a lo largo de toda la columna.

Acto seguido, apareció Aidan quien al verme con las manos en la pared, sosteniendo la enredadera y dejando ver “Abigail”, borró inmediatamente la cara de confusión que traía por no encontrarme donde me había dejado, y en su lugar puso una que evidenciaba un profundo desconcierto.

-¿Qué haces?-preguntó con voz ronca, tratando de disimular.

-¿Qué hago?-le respondí sin pensarlo-¿Qué haces tú? ¿Quienes son estas personas…tus víctimas?

Pareció que hubiese dicho algo totalmente ridículo, pues se le escapó una risa y negó con la cabeza.

-April, no tienes idea de lo que…

-Abigail-le interrumpí sacando valor de quién sabe dónde.

-¿Qué?

-Mi nombre es Abigail. No April, y tú lo sabes.Al menos sabes que mi apellido en realidad sí es Crowley.

Se quedó mudo y su cara cambió otra vez.

Ahora parecía como si recién le hubiesen tirado un balde con agua fría, y mucho hielo. No articuló palabra durante un buen rato, sólo me miraba fijamente con una mezcla de incredulidad, por lo que yo había dicho y recordado por arte de magia.

Él me había descubierto en un lugar en el que no debía estar.

Y yo, había descubierto a alguien que podía ser un secuestrador, o en el peor de los casos, un asesino o violador en serie.

Repentinamente, dejó escapar una enigmática sonrisa.

-No puedo creerlo.¿Me esperarías aquí un segundo?-soltó con un hilo de voz y un dejo impresionante de impaciencia. Ya no parecía de 20…era como si estuviese viendo a un niño de siete u ocho años.

-¿Qué te espere aquí? Estas realmente loco… ¿Le hiciste algo a Travis? ¿Mis padres saben que me tienes aquí?... ¿Quién eres?

-No, porque…April, tú sólo espérame aquí. Prometo volver de inmediato, en serio…

-No me interesa que vuelvas o no,¿Quién eres?-insistí nuevamente.

-Ya te lo dije, Aidan Leight. April, tranquila…

-¡Mi nombre es Abigail!-grité

-No, no lo es. Es April. Abigail está muerta, ya no existe. Ahora, ¿Te puedes quedar un minuto quieta por favor?-replicó él, perdiendo un poco los estribos, pero sin llegar a gritar como yo.

-¿Muerta? Mírame, soy Abigail. ¿Te parezco muerta?

-¿Y yo? ¿Te parezco muerto? Porque la verdad, querida April…es que ambos lo estamos.