Prólogo: Cotidiano

sábado, 20 de junio de 2009



A veces me duermo realmente,

a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.

Jorge Luis Borges.

-¿Hola?

-¡Feliz cumpleaños Abby!

-¿Hailey? ¿Eres tú?

-¡Certamente! …¿O suponías que por estar teniendo las mejores vacaciones de mi vida me olvidaría que mi mejor amiga hoy cumple 17 años?

Abigail no pudo evitar esbozar una enorme sonrisa en aquel momento, mientras se sentaba en una esquina de su cama.

Hailey estaba hace dos semanas –o quizás un poco más- en Italia, con su familia en un hotel de lujo que Abigail sólo conocía por las decenas de fotos que recibía de su amiga diariamente vía mail.

-Claro que no. ¿Cómo estás?-Preguntó Abigail mientras enredaba el cable del teléfono entre sus finos dedos.

-No me quejo-respondió su amiga en tono de fingido desinterés-Hoy es nuestro último día aquí, por la noche viajaremos a Lampedusa y nos hospedaremos en la casa de mi tía abuela…

-¿Y vive en…La Medusa? Nunca me hablaste de esa tía…

-Humm…bueno, yo sabía que tenía una tía abuela en alguna parte de Italia, pero no una que viviera en una medusa -respondió entre carcajadas Hailey-Abby, es Lampedusa, ¡La isla italiana! No “una medusa”…

Ambas rompieron a reír estrepitosamente, característica que marcaba profundamente a ambas y que les había costado más de una expulsión del salón de clases durante el año escolar.

-¿Cómo ha estado tu día?-preguntó Hailey una vez que detuvo su risa.

-Fantástico-respondió su amiga sin pensarlo dos veces-Mamá y papá me regalaron una pulsera hermosa, de plata y con un pequeño trébol colgando…

-Wow! Tienes que sacarle una foto inmediatamente a la pulsera en tu muñeca, así me muestras cómo…

-No puedo. Mamá la llevó a ajustar, porque me quedó enorme-le confesó Abigail mientras comenzaba a pasearse por su cuarto- Estará lista en unos días más.

-Ah, que lástima.¿Y qué más te regalaron? ¿Quiénes te visitaron?

-Todos los del grupo- respondió ella con una amplia sonrisa mientras miraba de reojo por su ventana, que estaba en el segundo piso, justo enfrente de la terraza.

-Caroline me regaló un libro con las mejores fotografías del mundo, La señora Hamilton mandó con Peter una tartaleta de frambuesas riquísima, y Travis un marco de fotos hecho por él mismo, muy lindo y con una foto de todos nosotros…cuando fuimos de campamento a Daytona Beach con el Sr.Richardson a…

-¿Una foto de quién?

-Del grupo. Hailey, despreocúpate sales bien, con…

-¿Está Travis cerca tuyo?

-No, estoy en mi habitación-respondió Abigail extrañada-¿Qué ocurre?

-Nada. ¿Te importaría llamarle y decirle que necesito hablar con él?

-Claro…espera.

Abigail dejó el teléfono a un lado, caminó hacia la ventana que estaba en frente de su escritorio y desde allí llamó a Travis, que conversaba alegremente con los demás en la terraza.

-Travis, ¿Puedes subir un momento?

Caroline Dixon, otra de las amigas de Abigail, sonrió maliciosamente mientras miraba a la cumpleañera.

-Hailey está al teléfono y necesita decirte algo-aclaró desviando la mirada de Caroline y los demás-Sonaba algo irritada…

Travis fulminó con la mirada al resto de los chicos y subió enseguida a la habitación de Abigail.

Sabía que ninguna excusa era válida, y que si pudiera, Hailey alargaría su mano desde Italia hasta su cuello.

Abrió la puerta y se encontró con Abigail sentada frente a su escritorio. En una mano tenía el teléfono y con la otra daba golpecitos nerviosos sobre su rodilla.

La chica le alargó el brazo con el teléfono y él respondió con una sonrisa tímida.

-¿Hailey? ¿Hola?...Abby, no hay nadie en el teléfono-inquirió el chico levantando una ceja.

-¿En serio?-preguntó quitándole el aparato de las manos- ¿Hailey?

Era cierto. Sólo se escuchaba el “tuu-tuú” que indicaba que tenían la línea ocupada. Se encogió de hombros.

-Que extraño. Seguramente volverá a llamar-dijo Abigail, mientras dejaba el teléfono en su velador. Miró a Travis, quien se encontraba muy entretenido mirando los flecos de la alfombra del cuarto. No se le ocurrió nada que decir y se produjo un silencio bastante incómodo.

-¿Realmente te gustó mi regalo?-preguntó Travis como despertando del trance que le producía la alfombra.

-Por supuesto…si no, te lo hubiese dicho-le respondió Abigail- Durante tres años te he dicho todo, incluso cosas que no tendrías por qué saber…

Ambos rieron al acordarse de situaciones que habían vivido juntos en el pasado.

Travis dibujó en su memoria a Abigail, tres años más joven, mientras le narraba con total naturalidad en qué circunstancias sus padres habían decidido “crearla”. Y eso que era la primera vez que hablaban.

La chica, a su vez, se sonrojó infantilmente al recordar que hace casi un mes atrás, él, Travis Acker, uno de sus mejores amigos, se le había declarado cuando regresaban de las escuela, y sonrió aún más, al acordarse de la respuesta que ella le había dado: “Ya estaba comenzando a pensar que estaba loca e imaginaba cosas…eh, esa es una manera nerviosa y algo estúpida de decir que tú también me gustas. Y mucho.”

Lástima-pensó-que ninguno de los dos se haya percatado que estamos en el siglo veintiuno, y seamos tan infantiles y cobardes como para dar el siguiente paso.

En eso, Travis se apoyó en la pared mientras contemplaba cuidadosamente la foto que había en el portarretratos que él mismo había elaborado minuciosamente durante la semana pasada.

La foto, era de un año y medio atrás aproximadamente, cuando acampaban en Daytona Beach durante el fin de semana, junto con el Sr.Richardson y toda la clase de historia natural.

El grupo estaba sentado en torno a una pequeña fogata que habían encendido para calentarse durante la fría y húmeda noche en plena playa. La primera en la foto era Caroline, quien salía sonriente y acurrucada en una manta que no lograba disimular la enorme mata de pelo negro y ondulado alborotado por el viento. Le seguía a su izquierda-la derecha de Travis-su mejor amigo, Peter Hamilton, quien tenía puesto los lentes de Hailey, a quien abrazaba mientras ella sacaba la lengua.

Sonrió al notar que su amiga se ponía en puntillas, para al menos llegar a la barbilla de Peter, cosa que era bastante difícil, pues ella era la más pequeña y menuda del grupo (frecuentemente debían escuchar frases como “Señorita Dougall, su identificación, por favor” y acreditar así sus diecisiete y no catorce años) y Peter, por su parte, incluso lo pasaba a él, que ya era bastante alto.

Sentados sobre un tronco, le seguían dos figuras abrazadas también: él y Abigail. Travis, para variar, salía mirando para otro lado y muy serio, con las orejas rojas por el frío –se acababa de cortar el cabello, y a penas se le notaban unas pocas mechitas rubias en la cabeza- Y Abigail, se acurrucaba en él, y en su polerón negro con capucha que le quedaba enorme, mientras le hacía conejitos a Jim Garred, amigo por el cual había conocido a todo el grupo anterior.

-¿En qué pensabas mientras Richardson tomaba la foto?-dijo Abigail de súbito, recordándole a Travis su presencia en la habitación.

El chico desvió la mirada de la fotografía, pero sólo se limitó a contemplarla detenidamente con sus grandes ojos verdes.

Sonrió.

Los mismos ojos almendrados castaño claro que lo observaron minuciosamente el primer día que había llegado a Coast Gardens, los mismos pequeños y perfectamente formados labios que hace un par de años atrás habían dejado escapar por primera vez la voz de Abigail…“Hola, soy Abigail Crowley .¿Eres amigo de Garred?”

-¿Qué? ¿Qué tengo?

El mismo tic que denotaba nerviosismo, el de mover los pies al ritmo de una música rapidísima y que sólo ella podía escuchar.

Su cabello castaño también seguía ahí, con esa inalterable apariencia de una fina y brillante cortina alrededor de su rostro ovalado.

Y sí…aún tenía la misma expresión alegre y soñadora que desde hace tres años lo tenían completamente loco.

-Dos ojos, una nariz…y no estoy muy seguro, pero creo que también tienes una boca-bromeó el chico mientras se sentaba al lado de Abigail-¿Qué harás luego de que todos nos marchemos?

-No lo sé…ordenar, supongo-contestó ella sin muchos ánimos-¿Por qué? ¿Te ofreces como voluntario para ayudarme?

Travis tardó un poco en contestar. Era algo difícil tratar de hablar si mientras lo intentabas, tu corazón hacía lo posible por escaparse y saltar por la ventana.

-Podemos ordenar rápido e ir a caminar…-comenzó tímidamente, mas no pudo continuar, pues el teléfono comenzó a sonar otra vez-Debe ser Hailey.

-Contesta tú, es ella-dijo Abigail mientras tomaba el teléfono y comprobaba que en el visor aparecía el código de la operadora internacional.

-¿Hola? Sí, soy yo…-le saludó el chico muy desanimado, pues sabía lo que le esperaba-Sí, ya lo sé…lo que pasó…pero si tú no…Hailey, yo… ¡Hailey!

Abigail observaba como el chico se paseaba delante del escritorio, y cada vez se ponía más y más rojo.

Travis reparó en su mirada de incomprensión y le dedicó una sonrisa nerviosa muy mal disimulada.

Acto seguido, giró sobre sus talones y comenzó a darle explicaciones a su amiga, e inconscientemente oprimía una y otra vez la barra espaciadora del teclado que tenía en frente, mientras de sus labios se captaban palabras como “riesgo”, “apurarse”, “amistad” y “tiempo”.

Después de diez minutos-durante los cuales Abigail observó detenidamente el libro que Caroline le había regalado-Travis colgó el teléfono y lo dejó en su lugar.

-Hum…te alteraste un poco ¿no?-inquirió la chica algo incómoda.

-Sí, un poco-dijo Travis sinceramente. Abigail estaba ahí, no había forma de que no hubiese entendido lo que hablaban. Su amiga no era tonta, y pronto comenzaría a bombardearlo con preguntas, después de todo…nadie en su sano juicio se declaraba a otra persona y después hacía como si nada hubiese pasado.-Lo que sucede es que habíamos acordado que yo te regalaría “algo”…pero, me arrepentí. No me mires así, y tampoco me preguntes por qué…porque aún no lo sé.

Ella sonrió.

-¿Y puedo saber lo que era ese algo?

-Si me acompañas a caminar un rato por la playa, quizás te lo diga-dijo él en tono malicioso, que Abigail sólo encontraba entretenido cuando venía de él- O…quizás me arrepienta otra vez, y te regale otra cosa.

Se sorprendió a él mismo cuando aquellas palabras salieron de su boca, no solía hacer ese tipo de comentarios.

Abigail le sonrió con la mirada, mientras haciendo gala de sus cinco segundos como “galán”, Travis le guiñaba un ojo y le hacía señas para que bajaran a reunirse con los demás.

*

-Pensaba en si realmente me gustabas, o sólo era que me sentía atraído por ti por los constantes comentarios de Hailey durante todo el día… ¿Te acuerdas?

-¿Qué?-preguntó Abigail deteniéndose y enterrando sus pies en la arena húmeda.

Caminaban desde hace quince minutos, y ya empezaba a oscurecer. Los señores Crowley habían llegado del hotel en el que ambos trabajaban como encargados del área gastronómica, y le habían pedido a su hija que por favor continuara con la celebración en otro lado, pues no dormían hace dos noches y mañana debían salir muy temprano otra vez.

El resto del grupo se había quedado en la playa de Coast Gardens, mientras ellos dos se habían alejado hacia los roqueríos.

-Cuando nos tomaron la foto…en eso pensaba. Me lo preguntaste hace un rato, en tu habitación- aclaró el al ver la cara de incomprensión de la chica.

-Ah…bueno, ¿Y?

-¿Y? Sí me gustas, lo sabes.

Abigail miró sus pies enterrados en la arena para esquivar la vista de Travis, si es que la estaba mirando, claro.

Sentía frío y le molestaba un poco que el viento le revolviera tanto el pelo y no la dejase ver con claridad. Se sentía muy incomoda.

-¿Y piensas hacer algo más aparte de decirme que te gusto o es ese todo el show?-inquirió buscando su mirada y apartándose con gracia el pelo de la cara. Él la miró dolido y muy serio. Sabía que había sido demasiado directa y que no había pasado sus palabras por ningún filtro; no había pensado mucho en qué decir…sólo las dijo y ya.

Ahora se arrepentía, no por lo que expresó, sino por la forma en que lo había hecho.

-Si piensas que todo es un show

-No me refería a eso, no era la palabra…Travis, no tenemos siete años ¿sabes?

-¿Y eso que tiene que ver? El hecho de tener diecisiete no significa que deba llegar y…besarte, así sin más.

-No, pero le hecho de que seas mi mejor amigo, sí. Debería ser una ventaja y no algo que te impida actuar. Eres la inseguridad hecha hombre…

Eso tampoco lo pensó, pero no supuso que el chico se molestaría.

-Abby, tu nunca piensas las cosas…Eres la impulsividad hecha mujer-dijo negando con la cabeza, levantando una ceja, y retrocediendo- Mejor volvemos con los demás.

-¿Y ahora qué dije?

-Nada, sólo…sólo volvamos ¿vale?

-No, ve tú -le dijo cortantemente mientras daba la vuelta-Yo voy a subir por los roqueríos. No hay mucha diferencia entre estar sola allá arriba y contigo cuando te pones así…

Acto seguido dejó a Travis sólo en medio de la orilla y avanzó rápidamente hasta una subida que había en dirección al gran roquerío que se formaba al terminar la parte de la playa por la que ambos estaban caminando.

No tenía idea qué iba a hacer una vez arriba, sola y con todo el viento que corría, pero cualquier cosa era mejor que aquellas absurdas discusiones que tenía con el chico en ocasiones como esta. Tenía unas ganas increíbles de sólo voltearse, tomarle la cabeza con ambas manos y besarlo de una vez por todas, para comprobar que Travis no se convertía en arena o estallaba en llamas. ¿Qué tanto podría pasar?

Pero no lo hizo.

No lo hizo única y exclusivamente, porque Travis no había sido capáz de contradecirla o decirle algo –por muy irrelevante que fuera- en el momento que Abigail lo trató de una manera tan poco amistosa.

Tardó muy poco en subir, y se sentía maravillosamente libre arriba. Entumida y encogida sobre sí misma, cerró los ojos y dejó que el frío viento le revolviera el pelo y le congelara la punta de la nariz.

Abrió los ojos, sólo para comprobar si Travis seguía donde lo había dejado, pero el chico ya había pasado a ser una mancha demasiado tímida o demasiado orgullosa como para mirar atrás.

Giró la cabeza y la apoyó sobres sus rodillas, mirando hacia el otro lado de la playa.

Estaba desierta, e igual de tranquila que por el lado en que ella había estado caminando minutos atrás.

Abigail no escuchaba nada más que el sonido de las olas rompiendo metros más abajo en las rocas, el sonido de la noche…el sonido de la vida.

Suspiró, y comenzó a juguetear con una hoja seca que había en el suelo.

La miró con más atención y se dio cuenta de que era una pequeña flor rojiza formada por la unión tres hojas finísimas…

Travis la apretó en su puño y pensó en dar la vuelta y correr hacia los roqueríos en donde estaba la chica. No tenía idea que relación había entre aquella extraña flor y Abigail, pero le recordaba demasiado a su amiga. Quizás por lo extraña e inusual, pues nunca antes había visto esa clase de flor por la playa.

Aquel pensamiento se fue tan rápido como había llegado. Para variar, le ganaba el orgullo.

-No-pensó el chico guardando la flor en un bolsillo-se la daré después. Cuando baje de ahí…siempre consigue lo que quiere, siempre soy yo el que tiene que pedir disculpas…

Y fue realmente triste, pues si Travis hubiese llevado aquella insignificante flor a Abigail, si hubiese decidido acompañarla o detenerla en el momento indicado, hubiese podido volver a ver a aquella chica que lo volvía loco, hubiese podido mirar esos ojos almendrados en los que se perdía a menudo, hubiese podido soñar una vez más con esos pequeños labios lo llamaban insistentemente.

Pero no pudo, porque aquella tarde, Abigail Crowley desapareció de la faz de la Tierra al caer desde 20 metros, sin explicación alguna.

O al menos, eso fue lo que Alonso Gabarri nos hizo creer.