"Los locos son aquellos que abrazan la otra realidad, aquella que ustedes no se animan a tocar."
Franco Vega
-¿Muertos?
-Así es.
-¿No me crees?-preguntó esbozando una semi-sonrisa y alzando una ceja.
-¡Por supuesto que no! ¿Tú me creerías si te digo que tengo ochenta años?- solté con un intento de tono amenazador -¿No, verdad?
-Por supuesto que no, April. Por que cumpliste 17 hoy.
-Entonces además, eres un psicópata. ¡Cuando mis padres se enteren van a…mi padre es un alto ejecutivo de esta zona y si algo llegara a sucederme, toda la policía del estado te buscaría!
-Eso no es verdad-dijo riendo y provocando de súbito, la sensación de que él mismo me conocía mejor que nadie- Tu padre es chef del Holiday Inn Hotel. Mira, si me esperas aquí…
-¡NO!-grité ya algo sobrepasada de que me tratara tan cordialmente, siendo que de un minuto a otro me encerraría en el faro que teníamos al lado como único testigo de mi triste y trágico destino. Salí corriendo sin pensarlo, y sin darle tiempo para nada más que un torpe intento por tomarme el brazo.
Aidan fue incapaz de atraparme, pero no pude evitar detenerme en seco cuando la enorme puerta de madera del faro se abrió de golpe, y a través de ella salió una mujer de piel oscura como la noche y de impactante hermosura.
- ¿Estás seguro? Alonso, una cosa es que haya llegado hasta aquí, y otra muy distinta es que sea Mentalista como tú…
Aidan se molestó, obviamente. Se tomó la cabeza con ambas manos, y miró al cielo.
-No, aquí serás April…-intervino Aidan, quien se había cruzado de brazos y apoyado en el marco de la puerta.
Keysha le miró sin preocuparse por disimular su disgusto, luego volvió a mirarme y sonreír, con la misma sonrisa enigmática que Aidan emitía con frecuencia.
-Recuerdo que mi nombre es Abigail y jamás en la vida alguien me ha llamado April. Mi madre me puso así porque su mejor amiga tenía ese nombre. Vivo en Coast Gardens, a cinco minutos del centro de Daytona Beach, Florida. Mi dirección es Templeton Road, casa 259…
-¿Cuántos años tienes?-interrumpió sin antes dar un chasquido con la lengua.
-17…los cumplí hoy, y…
-Con razón estas tan confundida y haces suposiciones tan tontas- dijo Keysha otra vez sin molestarse en parecer agradable. Se giró con los brazos en jarra y miró a Aidan- ¿Qué apuro había en traerla aquí tan joven? ¿Ya te aburriste de mí?
Aidan sonrió.
-En absoluto. Es sólo que sentí que era oportuna hacerlo…y ya.
¿Qué es lo más lógico en una situación así? Mi madre siempre me había dicho lo típico: cruza la calle con luz verde, no hables con extraños y en las fiestas no aceptes ninguna bebida que esté abierta. Pero,¿Qué se supone que haces cuando un par de chiflados te secuestra? No parecían tener males intenciones, sin embrago, estaba segura de que era cosa de segundos para que comenzaran a actuar de manera extraña. Lo único que tenía totalmente claro, era que mis padres podrían estar en este preciso instante hablando con algún oficial de policía o buscándome por toda la playa…La playa, ¡Travis! Él tuvo que haber visto todo y…no hizo nada. O quizás también le habían hecho algo. En una de esas, el rescate se lo pedía a él y no a mis padres, pero ¿Cómo harían para encontrarlo? ¡Diablos! Hace menos de un minuto que acababa de darle mi dirección completa a Keysha… ¿Y si habían más locos escondidos en el faro? Definitivamente, era pésima reaccionando en situaciones así, y mis nervios tampoco ayudaban muchos. ¿Qué habría hecho Hailey en mi lugar? “Cada vez que la Señora Jenkins quiere llevarme ala oficina del director por algún motivo, sólo le sigo el juego admitiendo la pésima alumna que soy. Así, me evito muchas sanciones”
Eso era, había que seguir el juego, y después, con más calma y en conocimiento de mi situación, ver cómo salvar mi vida.
-Sí, pero hay algo que no entiendo. Si estamos muertos… ¿Por qué parecemos tan vivos?-pregunté torpemente.
- ¿Qué esperabas? ¿Que camináramos sobre las nubes, con un par de alitas cada uno y que Alonso tocara el arpa mientras San Pedro te busca en su lista?-ironizó Keysha. Para estar así de loca, parecía en óptimas condiciones cada vez que hablaba y con ello, soltaba alguna pesadez.
-No, pero… ¿Por qué le llamas Alonso si él dice que su nombre es Aidan?
-Porque ese es mi nombre de vivo, por así decirlo. Alonso Gabarri.-contestó mecánicamente Aidan.- Y Keysha, quien fue la encargada de trasladarme del otro mundo a éste, me bautizó como Aidan.
-Ahhh, ya veo. Y por eso tú me cambiaste el nombre de Abigail a April. Humm…bueno, supongo que es lindo ¿no? – dije a Aidan con fingido y repentino entendimiento, que el por supuesto, no detectó.
-Que bueno que ya estés integrándote, niña. Pensé que te llevaría un poco más. Alonso, explícale todo antes del almuerzo, ¿bueno?-sugirió o más bien, ordenó Keysha caminando hacia la puerta y sin voltear-Luego te presento al resto del grupo. Suerte.
-Sí, pero antes ¿Responderías una pregunta?
-La que quieras- respondió al tiempo quien señalaba con la mano una banca de madera muy gastada para que ambos nos sentáramos. Supuse que no había nada extraño en eso, por lo que decidí continuar con el jueguito de los muertos sentada cómodamente…o al menos sentada, para aliviar un poco el dolor de mi cadera.
-Si estamos muertos… ¿Para qué almorzamos?
Aidan sonrió forzadamente.
-Pensé que preguntarías algo más sustancial. Te imaginaba más…despierta. Como eras con tus amigos o en la misma escuela-confesó mirándome algo desilusionado, cosa que no logró evitar que por mi cabeza pasaran ciertas situaciones en el que él me vigilaba detrás de un árbol camino a casa, o en los pasillos de la escuela.
- ¿Es que ya me habías visto antes?-pregunté como quien no quiere la cosa, pues tampoco era la idea de que el pobre se desequilibrara y comenzara a gritar, estropeando mi plan por completo.
-Pos supuesto. Te sorprenderías el tiempo que llevo cerca de ti.-dijo sonriendo una vez más, pero esta vez, mirándome y con una sonrisa algo maléfica, que me hizo posar la vista en las piedrecillas del suelo.-Lo que nunca pensé, fue que ibas a ser Mentalista, como yo…
-¿Qué es eso de Mentalista?-pregunté una vez más
-Los muertos que son capaces de tener lazos mentales, ya sea recuerdos nítidos o leves, con nuestra vida terrenal. Por ejemplo aquí, soy como el “álbum de vida” de Keysha y los demás.
Me sorprendía por completo con la tranquilidad que Aidan hablaba, cada palabra y cada pausa que emitía, le daban más y más credibilidad a su relato. De no haber sido un desquiciado mental, habría sido una excelente compañía para dar un paseo por la playa o algo parecido.
Estaba decidida a comenzar a desviar la conversación hacia un punto que me favoreciera, cuando la enorme puerta de madera volvió a abrirse. Esta vez, no salió Keysha, sino que un hombre de figura espigada, ojos pequeños y marrones, al igual que el divertido bigote que llevaba. Había algo en él…lo había visto en otra parte.
O quizás sí, y justo esa era la que estaba aconteciendo en ese instante. Aidan, sin consultarlo, sin previo aviso, me había tomado y abrazado con todas sus fuerzas. Era un abrazo inútil, carente de calor y a mi parecer, sin emoción alguna. Sólo se limitó a decir una frasea mi oído: Aún puedes llorar…aún tienes vida en ti.