Capítulo Uno: El Guardián del Faro.

miércoles, 22 de julio de 2009


“Aquel que quiere viajar feliz, debe viajar ligero”.

Antoine de Saint-Exupery





Estaba lloviendo y hacía frío.

Muchísimo frío, más del que había sentido en mi vida entera.

Me tiritaban las rodillas, no podía sentir la punta de mis pies y, a pesar de eso, no paraba de hacer trabajar mi cerebro.

¿Dónde estoy?

¿Qué es ese olor? ¿Por qué todo se siente tan…húmedo? ¿Me había quedado dormida en…? ¿En dónde estaba?

Traté de abrir los ojos, pero era como tratar de levantar dos enormes sacos llenos de arena.

Casi imposible.

A medias, logré darme cuenta que estaba en una cama, en una habitación completamente oscura, sin ventanas ni puertas. ¿Cómo llegué aquí? No tenía idea, pero por alguna razón-el frío, el cansancio- no me importó estar sumida en semejante oscuridad. Quise dormirme otra vez, pero el constante ruido de maderas crujiendo tétricamente me lo impedía.

Repentinamente, un pequeño haz de luz se coló por la pared, abriendo una puerta inexistente.

Cerré los ojos nuevamente, y lo último que pude percibir antes de caer en otro profundo sueño, fue una figura que caminó lenta y sigilosamente hacia mí, mas por el crujir de la madera del piso,el intento de ser silenciosa fue inútil, al igual que el hecho de taparme con otra frazada, pues las rodillas no paraban de tiritarme…

***

La luz volvió a despertarme, pero esta vez, noté que logré abrir los ojos con facilidad.

Hacía frió, pero ya sentía mis pies y podía disimular perfectamente el movimiento de mis rodillas.

La luz entraba por una ventana circular que se encontraba la izquierda de de una sencilla puerta de madera ovalada.

Estaba en un barco.

Eso explicaba el sonido de madera crujiendo baja mi cama.

Intenté levantarme, pero como pude notar inmediatamente, todavía no lograba reincorporarme del todo por lo que sólo conseguí darme vuelta sobre mi misma y quedar de frente a un joven que me miraba fijamente, con unos intensos ojos castaño claro, que lograron intimidarme de inmediato, y provocaron una tormentosa lluvia de preguntas en mi mente, la cual estaba como un vaso de leche segundos antes.

¿Qué hacía ahí?

Quise preguntarle qué diantres hacía mirándome de esa manera…quizás llevaba siglos así,y yo ni siquiera lo había notado.Pero se me adelantó.

-Hola-saludó con un extraño pero encantador acento y con una voz amable, pero un tanto áspera-Soy Aidan Leight.Y este es mi barco.

-Ho-Hola.Yo soy…

Me quedé pasmada y sin siquiera notarlo, me senté en la cama y miré la punta de mis pies descalzos, como si en ellos estuviera escrito mi nombre, el que por cierto, ahora inoportunamente había olvidado. No tenía idea de quien era. No sabía quién era él ni si el barco era realmente suyo o incluso, mío.

Acababa de percatarme que no tenía idea de absolutamente nada.

-Tú eres April Crowley-soltó de repente, tomando mi mentón con sus manos, y levantándolo para verme directamente a los ojos. Pero, como tantas otras cosas inexplicables, no podía sostener su mirada. No quería hacerlo, por lo que mecánicamente desvié la mirada para analizar microscópicamente el resto de su rostro.Tenía rasgos realmente únicos, y una piel que en algún momento de seguro había sido casi tan blanca como la leche, pero ahora se encontraba hermosamente tostada por los rayos del sol (debía de llevar años arriba de su barco) Era evidente, que no tenía más de 20 años.

Al ver mi cara de incomodidad, sonrió formando dos pequeños arcos delineados por una espesa capa de pestañas negras, donde antes habían estado sus abismantes ojos castaños.

Antes que se alejara-para dejarme retomar el aliento-noté una perfecta línea de dientes, blanquísimos y uno al lado del otro.

-…O al menos eso me dijiste cuando nos conocimos en la playa.

-¿La playa?-pregunté sin recordar absolutamente nada.

-Si.Soy guardián el faro correspondiente a esta zona y daba un paseo rutinario, cuando caíste de la nada en mi barco. Bueno, no de la “nada” exactamente-agregó al ver mi cara de confusión-Del roquerío de Garden Coast Woods ¿Vives cerca de ahí?

-No tengo ni la menor idea-le respondí encogiéndome de hombros, de hecho, no tenía idea qué era o adónde estaba ubicado Garden Coast Woods.-Espera un momento, ¿Dices que caí desde un roquerío?

El asintió con la cabeza, mientras yo le miraba asombrada haciendo con mis manos el dibujo en el aire de un ángulo recto, simulando dicho roquerío.

-Fueron como… ¿20 metros? La verdad, me sorprende en demasía que puedas estar así, sentada como si nada-¿Te duele algo?

Ahora que lo mencionaba, sentía un dolor punzante en mi cadera y hombro derecho.

Y ¡Dios! Tenía un chichón del porte de una pelota de pin-pon en la parte de atrás de la cabeza.

-Ha disminuido bastante su tamaño durante estos días –aclaró Aidan al notar mi cara de dolor mientras tocaba mi cabeza-Llevas inconsciente como…tres días.

-¿Tres? ¿Tres días? Pero… ¿Dónde estamos? ¿Alguien más vio lo que pasó? ¿Alguien me busca?

Sonrió al verme tan alterada.

-La verdad no lo sé…ahora estamos más cerca del faro, desde ahí podremos comunicarnos con la guardia costera o la policía para ver que haremos. Me asusté tanto, que no se me ocurrió buscar ayuda cerca de la playa, perdóname.

Se expresó con un tono de compasión que me sorprendió casi tanto, como el gusto que me daba oírlo hablar con ese acento extraño.

Pero tenía demasiadas preguntas sobre mi misma, como para comenzar a interrogarlo sobre su vida privada.

Asentí ante su propuesta, y con su ayuda me levanté de la cama y juntos, salimos hacia un pasillo que terminaba en la sala de conducción del barco.

Era una pequeña sala de madera-como todo el resto del barco-color caoba, con motivos marítimos en un par de cuadros que habían colgados.

En una de las paredes, había una pequeña bandera color celeste en la parte superior y verde en la inferior, con una rueda de madera-de una carreta o algo así- color rojo en el centro. También había esa misma rueda tallada en una de las esquinas del timón y de un hilito marrón que colgaba del cuello de Aidan.

-¿Ves?-me preguntó señalando con el dedo índice la amplia ventana frontal del barco-esa pequeña línea marrón oscuro, en unos 20 o 30 minutos será mi querido faro…

Durante esos minutos, Aidan fue a buscar una silla para que me pudiera sentar a su lado, mientras timoneaba el barco.

De ese modo, me contó el susto que había pasado al escuchar el golpe sordo que provocó mi caída en la cubierta del “Gabarri III”, su barco.

Al principio, creyó que estaba muerta, considerando la altura de semejante roquerío costero, pero cuando se acercó le proferí tal cantidad de insultos, que supo inmediatamente que seguía con vida. Después de eso, me había trasladado a la habitación en la que desperté, fue a buscar un paño húmedo, pero cuando volvió, yo ya estaba dormida…lo que le preocupó bastante, pero no encontró forma de despertarme.

Sólo lo consiguió un día después, que fue cuando me preguntó el nombre y algo sobre a quién llamar, pero dijo que apenas podía hablar del dolor por lo que prefirió dejarme tranquila.

Había una calma increíble en sus palabras, lo que me hacía confiar ciegamente en él, sobretodo, porque cuando no necesitaba estar mirando al frente, me mirabadirectamente a la cara dándole aún más credibilidad al relato.

Como si hubiesen pasado cinco minutos, llegamos finalmente a una fina extensión de tierra. Caía una ligera llovizna, que no alteraba la vista ni el oleaje del lugar. El faro de Aidan se encontraba en medio del brazo de tierra, extensión que pertenecía a la cosa de aquel lugar.

-Esta es “Tierras Blancas”-dijo una vez que nos habíamos bajado del barco, y lo ataba mediante una gruesa cuerda a un cartel que parecía llevar siglos ahí. Era un tronco muy grueso, con abundante musgo,moho y otra tabla pegada encima artesanalmente que rezaba “Hacienda Tierras Blancas”-No tengo idea a que se debe lo de “hacienda”, pero bienvenida de todas maneras.

-Gracias-le respondí con una sonrisa algo forzada. A pesar de estar a gusto con él, me seguía doliendo un montón la cadera y lo único que quería era sentarme de una vez por todas.

El enorme faro estaba tan solo unos metros del lugar en donde habíamos bajado del barco.

Debe verse realmente hermoso de noche, pensé mientras caminaba hacia él,haciendo que la arena y piedrecillas del lugar sonaran con cada una de mis pisadas.

Era altísimo, y con un extraño aspecto medieval que le daban las enormes piedras con que estaba construido. La puerta de entrada era ovalada y de madera, al igual que las ventanas que tenía al lado y más arriba.

-Se me olvidó tu bolso en el barco-dijo Aidan de pronto, interrumpiendo mi fascinación por el faro-Si, April, tenías un bolso-añadió al darse cuenta de que ni eso era capaz de recordar.

Aidan volteó y corrió hacia el barco. Yo me acerqué un poco más a la puerta-que estaba abierta-pero no me pareció correcto entrar, por lo que caminé alrededor de la inmensa mole de piedra, hasta llegar a su parte trasera, la cual estaba cubierta por una tupida y frondosa enredadera.

Sin saber el motivo, tal vez sólo curiosidad, corrí un poco la enredadera. Sólo estaban las heladas y frías piedras que se mezclaban con cemento, musgo...y ¿Una letra “E”? No,no era sólo una “E”. Era una “E”,con una “M”,seguida por otra “M” y una “A”.

Emma, grabado en la pared.

Luego, me inundó la curiosidad y comencé a hurgar infantilmente entre las hojas de la enredadera.

Descubrí así a Marie Alice, Russell y Vincent. Pero no todos los nombres estaban grabados, sólo el de Emma y Vincent. Marie Alice y Russell estaban sólo escritos, aunque todos con la misma letra estilizada y cursiva.

Me moría de ganas de preguntarle a Aidan qué significaban dichos nombres, cuando vi algo que secó hasta la última gota de curiosidad que llegué a sentir tan fugazmente.

Arriba de todos esos nombres,crecían flores fucsias de tres finos y delicados pétalos.

Amontonadas y sólo sobre un sector de la enredadera.

Instintivamente, las quité con mis manos, para dejar al descubierto otro nombre escrito: Abigail.

Me vino una extraña ola de calor en la cabeza, seguida de una especie de lluvia de agujas-muy filosas- que se me clavaron una por una a lo largo de toda la columna.

Acto seguido, apareció Aidan quien al verme con las manos en la pared, sosteniendo la enredadera y dejando ver “Abigail”, borró inmediatamente la cara de confusión que traía por no encontrarme donde me había dejado, y en su lugar puso una que evidenciaba un profundo desconcierto.

-¿Qué haces?-preguntó con voz ronca, tratando de disimular.

-¿Qué hago?-le respondí sin pensarlo-¿Qué haces tú? ¿Quienes son estas personas…tus víctimas?

Pareció que hubiese dicho algo totalmente ridículo, pues se le escapó una risa y negó con la cabeza.

-April, no tienes idea de lo que…

-Abigail-le interrumpí sacando valor de quién sabe dónde.

-¿Qué?

-Mi nombre es Abigail. No April, y tú lo sabes.Al menos sabes que mi apellido en realidad sí es Crowley.

Se quedó mudo y su cara cambió otra vez.

Ahora parecía como si recién le hubiesen tirado un balde con agua fría, y mucho hielo. No articuló palabra durante un buen rato, sólo me miraba fijamente con una mezcla de incredulidad, por lo que yo había dicho y recordado por arte de magia.

Él me había descubierto en un lugar en el que no debía estar.

Y yo, había descubierto a alguien que podía ser un secuestrador, o en el peor de los casos, un asesino o violador en serie.

Repentinamente, dejó escapar una enigmática sonrisa.

-No puedo creerlo.¿Me esperarías aquí un segundo?-soltó con un hilo de voz y un dejo impresionante de impaciencia. Ya no parecía de 20…era como si estuviese viendo a un niño de siete u ocho años.

-¿Qué te espere aquí? Estas realmente loco… ¿Le hiciste algo a Travis? ¿Mis padres saben que me tienes aquí?... ¿Quién eres?

-No, porque…April, tú sólo espérame aquí. Prometo volver de inmediato, en serio…

-No me interesa que vuelvas o no,¿Quién eres?-insistí nuevamente.

-Ya te lo dije, Aidan Leight. April, tranquila…

-¡Mi nombre es Abigail!-grité

-No, no lo es. Es April. Abigail está muerta, ya no existe. Ahora, ¿Te puedes quedar un minuto quieta por favor?-replicó él, perdiendo un poco los estribos, pero sin llegar a gritar como yo.

-¿Muerta? Mírame, soy Abigail. ¿Te parezco muerta?

-¿Y yo? ¿Te parezco muerto? Porque la verdad, querida April…es que ambos lo estamos.