Capítulo Tres: Transición

domingo, 7 de febrero de 2010

La vida es agradable. La muerte es tranquila. Lo malo es la transición.

Isaac Asimov.

Lloraba.

Lloraba igual que la vez en que casi nos cambiamos de casa una semana antes de mi cumpleaños más esperado.

Igual que la primera vez que vi a mis padres discutir en frente de mí.

Igual que cuando supe que mi madre había perdido al bebé que en un par de meses se convertiría en mi hermano.

Lloraba sin poder controlarme, sin saber exactamente el motivo por el cual lo hacía, pero ahí estaba, con las pestañas empapadas en lágrimas, con mi yo interior gritando por una respuesta que tranquilizara esa sensación de angustia. Porque la tenía atravesada en el pecho y no encontraba la forma de sacarla de allí.

- ¿Aidan? ¿Qué hiciste?

- Yo sólo lo vi…la vi venir, y cumplí con lo establecido por Keysha.

- ¿Estás seguro? Te adelantaste…

- No…No pude haberme equivocado, yo lo vi. Soñé.

Aidan me apartó bruscamente de él y tomó mi cabeza entre sus manos. Frías. De plástico.

-April, mírame…-comenzó con la cara más seria que había visto jamás. Ya no me parecía un loco, no me daba lástima por su posible estado mental ni me atraían las palabras que pronunciadas por él se escuchaban tan distintas. Ahora sus ojos me hablaban, y me asustaban. Sí que lo hacían.

-Aidan, llévala adentro y pregúntale a Keysha qué diablos hiciste-le ordenó Chad retrocediendo y abriendo la puerta, mientras omitía descaradamente el tono alegre con el que se había presentado.

-Puede que estemos exagerando-respondió Aidan, dejándome a un lado y caminando mirando las piedrecillas del suelo- Cuando llegaste, soñabas las primeras noches, ¿Recuerdas?

-Sí, tienes razón. Pero es…no es que me alegre verte llorando, linda-aclaró dirigiéndose hacia mí-Pero hace años que no veía alguien hacerlo.

Traté de responderle, pero rompí otra vez a llorar, cosa que desesperaba bastante a Aidan, pues procuraba mirar a otra parte cada vez que lo hacía. Si lo miraba, me sentía totalmente perdida. Estaba ahí, me había salvado la vida…en teoría, o quizás no lo había hecho y sólo me tenía secuestrada quién sabe dónde. Pero, ¡Diablos! ¿Por qué ahora todo eso sonaba tan ridículo? ¿Cómo iba a ser posible que me calmara más la idea de estar muerta que secuestrada?

Si miraba a Chad, también me llevaba a la idea de estar muerta, así, sin más.

Él estaba muerto, no cabía duda de ello. Todo el país lo había visto en los noticiarios, en el periódico, la radio…Y verlo así, tan tranquilo, pero cambiante a la vez. Su mirada de preocupación interesada caía en mi desde el dintel de la puerta, y no comunicaba nada más que un: Admítelo niña, estás muerta.

Mi familia no era católica, así que tampoco tenía la idea de morir y encontrarme con un anciano barbón caminando en las nubes mientras decidía si dejarme entrar o no al Cielo. ¿Has sido buena niña, Abigail? No. Esa idea de muerte, descartada.

Cuando me disponía a calmarme un poco (Tuve que hacerme la idea de hacerlo yo sola, Aidan seguía mirándome como si estuviese cubierta de verrugas o algo peor), Keysha reapareció majestuosa en la puerta y abrió la boca inconscientemente al verme la cara empapada en lagrimones.

-¿Por qué estás llorando?-preguntó mirando a Aidan y Chad alternadamente, pero ignorándome a toda costa.

-Pues acabo de plantearme la idea de estar muerta…de veras-contesté queriendo sonar igual de pesada que ella. Aunque claro, el tono de voz quebrado y los sollozos no eran de mucha ayuda.

-No me refería a la razón de tu llanto, April. Eso cuéntaselo a Alonso, es su deber no el mío-soltó de manera cortante y mirándome repentinamente.-Me refiero a qué haces llorando, si se supone que estás muerta y sin vida, al igual que todos nosotros…

-No tengo idea, y tú como Doña “Yo sé más que todos juntos aquí”, podrías ayudarme un poco. No estaría nada de mal, porque, ¿Sabes? ¡Es la primera vez que tomo conciencia de que mi vida se terminó!

Bien, eso no lo esperaba. Mi humor estaba cambiando constantemente, y me había bajado todo el enojo justo con Keysha. En vez de extrañarse por el repentino tono furioso y gritón de mi voz, sonrió. Caminó pausadamente hasta Aidan, quien ahora parecía resistirse menos a mi persona, ya que incluso me miraba con los labios apretados para disimular una sonrisa.

-Así estamos mejor, ¿Ves?-dijo Keysha dándole palmaditas es la espalda- No se te ha salido nada de control. Llegó confundida, luego le bajó la pena y ahora está molesta…en un dos por tres estará saltando por la playa y ahí le cuentas de qué trata todo este asuntito.

-Yo nunca dije que se me había ido de las manos-respondió Aidan mirándola muy serio.

-Ya, como digas-respondió ella sonriendo y mirándole con las manos en jarras

-¿Acaso te llamé…?-inquirió Aidan sin poder aguantar más la sensación de relajo que le producía saber que yo estaba completamente muerta (sí, cada vez que lo pensaba, se me hacía más y más real…extraño, pero al menos así podía calmarme y los pensamientos lograban hacer “click” y llegar a ideas más concisas) y dibujando una tímida sonrisa en su rostro.

Por toda respuesta, la mujer negó con la cabeza y le dio un empujón, cosa que él respondió levantándola del piso y haciéndole cosquillas. ¿Era la misma mujer que minutos antes lo había tratado con evidente desprecio? La escena que llegaba a ser hasta infantil, por la manera en que se miraban ambos. Me percaté de que Chad y yo sobrábamos, pero no se me ocurrió nada prudente que decirle. ¿Y qué se siente estar muerto?¿Podemos traspasar paredes y esa clase de cosas? El hecho de solo pensarlo me parecía ridículo.

¿Estoy muerta…así como así? No…no hay nada concreto que me demuestre que yo lo esté. Todavía estaba la lejana posibilidad de que todo este fuera un grupo de locos…¿Y si dentro había un teléfono para llamar a mi casa? Era un faro, por supuesto que habría uno.

-Hum… ¿Podemos entrar? Siento curiosidad por saber más de todo este lugar—mentí, esmerándome incluso, en poner cara de ilusión.

-Claro, aunque debería ser él el que te enseñe todo…pero supongo que no hay problema en que te de un paseo por el faro-respondió él haciendo ademán de que yo fuera delante de él-Esta cosa aparentemente existe desde hace siglos…y nosotros aún no terminamos de descubrir su historia en un cien por ciento.

Al momento de caminar hacia la puerta, Aidan miró confundido a Chad, pero éste se limitó a hacerle un gesto con la mano y él volvió a olvidarse de mi existencia.

Nos adentramos en la gran mole de piedra de apariencia medieval, dejando atrás carcajadas de parte de Keysha. Contrario a mis expectativas, no era lúgubre ni nada por el estilo, de hecho, resultaba ser acogedor. Sólo había un pasillo ancho que descendía y ascendía, y a ratos había grupos de cinco o seis escalones que comenzaban en sus respectivas direcciones, desde el lugar en el que estaba la puerta. No sabía exactamente si subir o bajar, así que me acerqué a la baranda y miré hacia abajo. La escalera terminaba en una amplia cocina de tipo campestre, con una mesa de madera en el centro, la cual tenía una decena de objetos que no lograba distinguir en la superficie. Arriba, por el contario sólo había un objeto: Una espléndida lámpara colgada al techo. A pesar de su evidente antigüedad, no lograba encajar con el decorado de todo el faro. Parecían centenares de luciérnagas de cristal agrupadas en torno a la misma y enroscada rama de un árbol.

Por el pasillo en sí, habían velas y lamparillas sucias que alumbraban el camino, una entre cada puerta que iba apareciendo a medida que avanzaba con la vista. Lo mismo hacia abajo, sólo que la cantidad de habitaciones disminuía.

- ¿Te parece si bajamos y conoces a los demás?-sugirió de súbito Chad

- ¿Hay más..?

- Así es-convino asintiendo con su redonda cabeza- Aún te falta por conocer a Marie Alice y Russell, supongo que estarán abajo ordenando. Es lo único que hacemos los más normales.

- ¿Normales?

- Los que no tenemos ninguna función…especial, por así decirlo-explicó Chad invitándome a seguir, cosa que no hice.-Aidan te lo explicará después.

Te lo explicará después… ¿Después de qué? En primer lugar, no tenía cinco años para que me explicaran las cosas con manzanas y peras. Si estaba muerta (Aquí vamos otra vez…estoy muerta, y es de lo más normal) era eso, y fin. ¿Qué había que explicar? Chad me parecía un buen tipo y todo, pero si por otro lado, lo de la muerte era un gran cuento, no podía seguirle el juego así como así.



-¿Y qué hay más arriba?-pregunté sonriendo como quien no quiere la cosa

-Nada...-Contestó desinteresado, pero prefirió explicar con más detalles al ver que me daba la vuelta y comenzaba a subir- Bueno, todos los cuartos tienen antigüedades varias, libros, ropa…puedes ver todo cuando quieras, pero prefiero que lo hagas con Aidan. April…espera. Bueno si quieres…

Puerta número uno. De madera oscura, pesada y sonora al abrirla. Ocultaba una pequeña pero luminosa habitación, y como había dicho Chad, contenía muchos objetos de edad incalculable. Un pedazo de género enrollado en torno a una empolvada estatua, un tocadiscos, revistas, maceteros. Nada especial, pero sí que resultaban atrayentes a la vista, o al corazón. La habitación en sí olía a recuerdos, a papel antiguo y esa clase de cosas que se supone que uno siente cuando estás viuda y relatándole tu vida entera a tus nietos.

Suspiré y miré a Chad con cara de decepción.

-¿Por qué guardan tanta cosa inservible?-pregunté con fingido tono desinteresado mientras cerraba la puerta y avanzaba a la siguiente tocando la muralla de piedra con mis dedos.

-No son inservibles, son recuerdos de la humanidad. No es que estemos muertos y nos sentemos a ver cómo pasa la vida así como así…-explicó, asegurándose de dejar la puerta bien cerrada. Como la madera de la puerta parecía hinchada por la humedad, Chad tuvo que cerrarla con un enorme golpe, lo que provocó que la rejilla que sostenía una de las lamparitas del pasillo cediera, y la lámpara se callera, rompiéndose en mil pequeños cristales.

-Es la tercera lámpara que tendremos que cambiar por mi culpa-gruñó mirando por sobre sus hombros-Ojalá que nadie se dé cuenta esta vez… ¿Te importaría traerme una de las escobas que hay en la habitación con la puerta blanca? Es la única de ese color, y está casi llegando al final.

Asentí y subí en círculos hasta pasar alrededor de tres puertas de madera oscura, unas dos de color rojizo y unas cuantas más con varias manos de pintura gastadas por el tiempo, hasta que encontré la única blanca. Se asemejaba bastante a la puerta que estaba en la cocina de mi casa, y como había dicho Chad, era una de las últimas…la penúltima, de hecho. La única puerta que quedaba, era de una madera más trabajada que las anteriores, de color caoba y con una gran rueda grabada en el centro. La misma rueda que tenía Aidan colgando del cuello y en casi todo su barco. No cabía duda que esa era su habitación.

-¿April? Entra y saca cualquier escoba, pero rápido por favor- gritó Chad desde abajo.

-¿Esta habitación es de Aidan?-pregunté haciendo caso omiso al tono desesperado e infantil del pobre

-Sí, pero no se te ocurra entrar…

-¿Por qué no?

-April espera, no…

Muy tarde. Antes de que las pisadas de Chad comenzaran a sonar escaleras arriba, yo ya había cerrado la dichosa puerta detrás de mí. En un vistazo rápido, encontré una habitación redonda y llena de papeles, con una cama deshecha y cubierta de cojines polvorientos. Tenía cuatro ventanas repartidas por todo el ancho de la habitación, todas ellas arqueadas, sin vidrios ni postigos de madera. Un estante colmado de libros, un escritorio y una puerta similar a las que estaban por todo el faro. Nada fuera de lo común…no a la vista, por lo menos. Así que la curiosidad o quizás el hecho de querer encontrar respuestas a una pregunta inconsciente, me llevó hasta la puerta, y la abrí con la idea de encontrar una armario con cualquier cosa, un armario o un pasadizo secreto, un ascensor…todos, menos la linde de un frondoso bosque, a la luz de un soleado y tibio día de verano, con una suave ventisca incluida.

-April, cierra esa puerta inmediatamente.

Era Chad que me miraba asustado desde la otra puerta.

Y lo hice, pero no por obedecerle, si no porque se suponía que estaba en lo más alto de un faro. Un enorme faro de piedra, de muchos metros de alto, por lo que era imposible que esa puerta diera a un bosque. Miré a Chad, pero no pregunté nada. Preferí asegurarme por mi misma, y caminé hasta la ventana que tenía más cerca. Saque la cabeza y miré hacia todas partes. Arriba, el cielo algo abochornado, a los lados la playa…hacia abajo, varios metros para llegar al suelo. Me volteé incrédula, y pregunté:

-¿Viste lo mismo que yo tras esa puerta?

-Sí, pero por favor. No la cruces-suplicó seriamente Chad-Mira, salgamos de aquí y vayamos a buscar a Aidan. Hazle todas las preguntas que quieras, pero no vuelvas a entrar aquí sin su permiso.

-¿Qué pasa si la cruzo…qué hay más allá?-pregunté con tono calmado e intentado que mi acompañante se relajara un poco.

-No sé qué pasa, por eso te digo que lo la cruces.

-Si me dices eso, más me tientas a hacerlo. ¿Sabes? Tengo 17 años, en teoría soy una adolescente llena de preguntas y…

-Está bien, está bien-dijo desesperado. Me sentía casi como un policía torturando a un testigo para que éste le dijera la verdad sobre algún crimen-Aidan es el único que la puede cruzar, es el único capaz de volver. Esto no es un faro cualquiera…por decirlo de alguna manera, estamos varados en la Nada. En un punto temporal difuso. Que no está fijo en el espacio, ni en el tiempo. Y la Nada tiene puertas extrañas, como estas, que es un límite entre la vida y la muerte.

Esbocé una media sonrisa incrédula.

-¿Esperabas un pasadizo oscuro y con murciélagos? ¿Un agujero negro?-preguntó él encogiéndose de hombros-Pues es esto, un bosque…no tengo idea qué más hay, porque nunca hemos salido por aquí. Si lo hiciéramos, seríamos cosas…almas, muertos, espíritus, o cómo quieras llamarle, perdidos. No logramos entender la vida, no me pidas que entienda la muerte. Estoy muerto, pero sigo siendo humano al fin y al cabo.

Pues si él no lo entendía, yo menos. Pero existía una gran diferencia, yo no me quedaría con la idea de lo que me habían dicho, no me quedaría de brazos cruzados. April, acabas de cumplir diecisiete, así que tu regalo de cumpleaños es la muerte. Qué divertido ¿No? No me resignaría tan fácil. De súbito florecieron en mí todas las expectativas de vida que tenía, las conversaciones con mis amigos, mis padres. No podía estar muerta, porque tenía centenares de cosas por hacer, así que iría por ellas. Lo miré una última vez y caminé a zancadas hasta la puerta, la abrí mientras escuchaba un “NOOO” desesperado, y la cerré a mis espaldas

4 ventiscas

  1. CHAN CHAN CHAAAAAAAAAAN O_O !
    Cuático, brígido, trígido.
    ÑEEE, quiero conti *O*
    Te adoroooooooooooooooooo ♥ !

  2. Anónimo Says:

    y... continuarás ? ~
    o... a llegado el final de la historia ? ~

  3. Continúa,ni luces del final todavía.El que creía como final,cambió...pero no abandonaré la historia~

  4. Anónimo Says:

    y ya creías en un final? ~
    ... "es solo el termino de un capitulo"...
    le habías considerado como el último, o de ahí en adelante la historia se volvía monótona y predecible? ~
    bueno, ya hemos esperado dos meses, podremos esperar un poco más ~

    saludos

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